Camino al infierno
Hace unos días, un muy querido y admirado amigo, objetaba mis argumentos en otra columna en la que manifestaba mi desacuerdo con la forma como Santos conduce el proceso de paz y en general al país. Argumentaba, mi amigo, que este país está cambiando, que la paz ya es un hecho y que todos los indicadores muestran que vamos por muy buen camino. Responderle podría ser largo, pero intentaré una respuesta lo más breve posible. La idea central será que el Presidente está haciendo demasiadas concesiones a las FARC al punto de parecerse al apaciguamiento, con el objetivo de que estos firmen el pagará cualquier precio, prebendas excesivas que representan un gran peligro para la democracia colombiana.
Santos y sus partidarios –congresistas de bolsillo y medios de comunicación bien pagados a punta de publicidad estatal, también llamada “mermelada”- repiten sin cesar una mentira “la guerra es imposible ganarla”. Para comprobar que esto es falso, basta recordar el final del gobierno Uribe, época en que los grupos guerrilleros estaban arrinconados en lo más profundo de las selvas y sus cabecillas vivían en Venezuela o Ecuador. Son muchos los simpatizantes de las Farc que no le perdonan esto al expresidente. Adicionalmente las AUC –mal llamados paramilitares- se desmovilizaron. Colombia estaba muy cerca de alcanzar la paz derrotando a las guerrillas pero desafortunadamente llegó Santos a la presidencia y las Farc empezaron a respirar tranquilas, a incrementar su capacidad militar y aquella situación de 2010 hoy se ha revertido completamente. Inicialmente no entendíamos por que, hasta que nos enteramos que se negociaba en secreto la paz que hoy dicen esta cerca.
El principal y más importante objetivo de las Farc es la toma del poder, utilizando cualquier medio –supongo que mis lectores habrán escuchado hablar de “la combinación de todas las formas de lucha”- y para ello su principal obstáculo son las FFMM. En su intento por agradar a las Farc en una negociación casi mendicante, el Presidente ha sido artífice, voluntaria o involuntariamente, de la desmoralización al interior de las tropas, lo que ha generado un sentimiento de traición en sus filas, percepción que hoy pretende someter a la fuerza sancionando oficiales y llevándoles un mensaje odioso de “disciplina ejemplarizante”. Con esto solamente logra seguir apuntalando una campaña de desprestigio continua que no ayuda para nada, o mejor, que conviene ampliamente a los enemigos de las FFMM y de la democracia.
La casi desaparición de la Justicia Penal Militar y del Fuero Militar han generado desproporcionadas condenas a miembros de la Fuerza Pública por parte de la justicia ordinaria, los falsos testigos y montajes contra los mejores hombres en armas, van generando una total desconfianza de los militares hacia la justicia, aunque afortunadamente los colombianos confían en sus militares. ¿Cómo podrán sentirse los soldados sabiendo que a las Farc se les ofrece impunidad mientras a ellos largas condenas casi siempre superiores a 40 años en juicios deleznables?
La impunidad, es otra de las solicitudes de las Farc a la que Santos y su equipo han accedido descaradamente. Inicialmente el Presidente negó que se les pensara conceder impunidad. De La Calle lo negó y hasta nos regañó por televisión por los días del mundial de futbol. Pero en una puesta en escena, sale el Fiscal y explica que la impunidad no es impunidad, sino justicia transicional y todos tranquilos. Entretanto, en este gota a gota continuo, un juego de negar y aceptar, se consolidó la impunidad en las mentes de los colombianos. La aprobación de un marco jurídico vergonzoso posibilita imponer penas simbólicas que, según dice Montealegre, una vez “cumplidas”, los guerrilleros podrán ser elegidos en cargos por votación popular. Eso si, nadie les exige entregar las armas. Es decir, política con fusil para alcanzar alcaldías, consejos, asambleas, gobernaciones, la Cámara o el Senado.
Una de las primeras noticias que dejó saber el Gobierno fue el compromiso de implementación de las Zonas de Reserva Campesina –que no son otra cosa que áreas rurales de miles de hectáreas que se entregarán a campesinos “sugeridos” por las Farc y quedarán vedadas a las leyes nacionales con cual se pretende balcanizar al País-. Este es un esquema bastante conocido en resguardos indígenas o en las famosas “comunidades de paz” a las cuales no puede ingresar la Fuerza Pública. Se han convertido en “zonas de paz” donde descansan los frentes guerrilleros o se refugian sus hombres cuando han sido heridos. Allí están fuera del alcance de las autoridades. Las Farc hablan de agricultura cooperativa en las Zonas de Reserva Campesina que no es otra cosa que la implantación de una agricultura comunista ensayada y fracasada en los países de la cortina de hierro. Este aspecto es quizás el que menos han entendido los colombianos y quizás es de los más graves.
La invisibilización de las víctimas de las Farc es una canallada que la historia nunca le perdonará a Santos y que muy seguramente impedirá que llegue la tan añorada paz. Eso de enviar unos grupos de víctimas a La Habana es otra burla, grupos conformados para confundir, en los cuales máximo iban tres o cuatro victimas del grupo guerrillero y el resto, para completar doce, eran víctimas del paramilitarismo y alguna que otra supuesta víctima del Estado. ¿A que iban? A mirarle la cara a los insolentes cabecillas, quienes en algunos casos los humillan, desconociéndolos como víctimas, como fue el caso del General Mendieta de la Policía Nacional quien estuvo secuestrado mas de doce años en condiciones infrahumanas. La manipulación de la historia a manos de el Grupo de Memoria Histórica y ahora de una tal Comisión Histórica, ambas dedicadas a mostrar al Estado colombiano como el culpable de la tragedia colombiana exonerando a las Farc de este holocausto y es otra estrategia para invisibilizar a las víctimas.
Justo cuando hablaron del punto del narcotráfico, los imaginativos negociadores de las Farc parecen imponer al gobierno de Santos, consolide los proyectos de impunidad y para ello se amplíe el delito político para dar cabida al trafico de drogas declarándolo como conexo. Por ese camino van el secuestro, el reclutamiento de niños, la violación de niñas y el terrorismo. Es decir, los delitos de lesa humanidad ya no existirán en Colombia, al menos no si son cometidos por las guerrillas y podrán ser cobijados por penas simbólicas, desafiando el Tratado de Roma. No olvidemos al Presidente y al Fiscal promocionando estas tenebrosas ideas.
Pero con respecto al narcotráfico hay varias pistas que hacen a Santos sospechoso, por lo menos, de alcahuetería: La entrega de Walid Mackled a Chávez para que lo callaran, la solicitud en varios foros sugiriendo la legalización de las drogas, la recomendación de Ernesto Samper (narco expresidente colombiano) como secretario general de Unasur y ahora la pretensión de declarar narcotráfico como delito conexo con el político.
En su último viaje al exterior, desde Francia el presidente Santos habló de su nuevo proyecto: la creación de una “policía rural”. Dijo que sería tomado del modelo de la gendarmería francesa y no descartó que pudiera estar integrada por desmovilizados de las Farc. ¿Se parecerá a la justicia indígena, ejercida en los resguardos, en los que no operan las leyes colombianas? Como quien dice, pondrá al “ratón a cuidar el queso”. Solo falta que los convoque y les diga, como a los oficiales de construcción, “traigan su herramienta”.
Increíble, para que un ciudadano normal ingrese a las FFAA se le hace un minucioso estudio de seguridad, pero ahora seguramente si se trata de un exguerrillero este no será necesario, solo deberá declarar su voluntad política de no volver a asesinar o secuestrar colombianos. ¿Alguien ha pensado en estos facinerosos cuidando nuestras carreteras o nuestros campos? Que miedo. Terminaremos en manos del terrorismo de la mano de Juan Manuel Santos, camino al infierno.