Picando cebolla
“Mas de 100 muertos en Bojayá” así titulaba El Tiempo el 5 de mayo de 2002. En unas de sus notas de prensa se hablaba de 108 víctimas mortales, en otras de 119. ¿Que pasó con los restantes cadáveres? La pregunta porque las FARC, que parecen ser los nuevos voceros oficiales del gobierno, dicen que los muertos fueron 79. Al final el número no importa: 79, 108 o 119, esto fue un acto de barbarie inenarrable, el cual me niego a creer que vaya a quedar impune, no creo que sea suficiente que la las FARC digan: “sí fue nuestra responsabilidad y pedimos perdón”.
Fue lo que dijo Pastor Alape, enviado de las Farc, para mostrar su “arrepentimiento” ante las víctimas de Bojayá, en un acto teatral de desagravio. Dicen que lloró, quizás tuvo que ponerse a picar cebolla para lograrlo, me es difícil creer que en su endurecido corazón de asesino, el mismo que le acompañó a masacrar a miles de colombianos, quepa un arrepentimiento sincero. Dicen que se le quebró la voz, será porque estudio o practicó con actores, pero claro, allí no se permitió que estuviera la prensa libre cubriendo el evento, solo estuvo la oficina de prensa de las FARC. No querían testigos de esta gran pantomima.
No les puedo creer, perdónenme, pero las FARC llevan 3 años en La Habana saliendo todas las mañana a los micrófonos, con redomado cinismo, a decirle al mundo que ellos no han producido víctimas, que las víctimas son ellos. ¿Porqué creer, de golpe, que son sinceros? Solo quizás, los habitantes de Bojayá que han luchado por su reivindicación, luchado por un nuevo pueblo, personas de alma buena casi inmaculada, sean capaces, en su inocencia, de creer tal arrepentimiento.
Recordemos como, en 2002, tras un combate entre dos grupos sanguinarios (paramilitares y Farc) los guerrilleros lanzaron un cilindro bomba sobre la iglesia del caserío, en la cual se refugiaba prácticamente todo el pueblo, con lo que se produjo una masacre solo comparable con las masacres que se producen en los países donde operan los grupos radicales islámicos o con lo ocurrido recientemente en París.
Recuerdo las lágrimas y las tristeza del General Mario Montoya, sosteniendo un zapato de un niño asesinado por las FARC, mientras contemplaba horrorizado el espectáculo. El General no tuvo que picar cebolla, a este soldado que se ha jugado la vida por los colombianos, el dolor lo rebasó, en su rostro se leía: ¡no puedo creer tanta barbarie!
Estaba yo pensando como escribir este artículo, cuando escuché una noticia en la cual informaban que la sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia había declarado inocente, al Coronel Alfonso Plazas Vega, de las supuestas desapariciones del Palacio de Justicia. Debo confesar que cuando recibí la noticia, se me escaparon un par de lagrimones, yo tampoco estaba picando cebolla, venía conduciendo mi vehículo hacia mi casa, esas fueron lágrimas de emoción, lágrimas de alegría por un soldado injustamente tratado.
Conozco personalmente al Coronel Plazas, es un gran señor. No es que sea un trato muy cercano, pero como dicen en mi tierra, “él me distingue”. Algunas veces me ha enviado amables notas en referencia a alguno de mis artículos, pero esa incipiente amistad es suficiente para sentir esta emoción por la libertad de un hombre que siempre supe inocente. Tengo la manía de analizar las noticias y no puedo tragar entero cuando de la vida de personas se trata, por eso, analizando material y noticias, hace años llegué a la conclusión de que era la víctima de una venganza. Felicito con euforia al Señor Coronel Alfonso Plazas Vega por el horizonte que se abre ante el.
Supongo lo doloroso que ha de ser para un hombre, que entregó su vida a la defensa de esta ingrata Patria, que haya perdido mas de 8 años de su vida. Esos años se fueron. Durante esos años de encierro terminó de crecer su familia y vinieron los nietos y él no estaba presente. Ese tiempo perdido no volverá. Ruego a Dios que le de la fortaleza para sanar sus heridas.
Ojalá todos esos propósitos de paz que tanto pregonan, por estos días, los políticos y muchos colombianos sinceros, les permita entender que esta patria grande está llena de héroes anónimos y que los deben proteger, son muy grandes y exacerbados los odios que muchos enfilan en contra los militares, de ellos quienes han sido los verdaderos defensores del pueblo. Porque parece ser que hay una consigna de moda: perdonar a los terroristas y crucificar a nuestros soldados.