Reflexiones sobre paz y coherencia
Arde el debate en los medios y en las redes sociales, es claro, la paz, añorada por todos los colombianos genera polémica, no por la posibilidad de que llegue, sino por la forma en como dicen los medios que se hará y las implicaciones que tiene sobre la vida de los colombianos.
Hace pocos años, en el gobierno anterior, se promulgó la Ley de Justicia y Paz, la que se establecía un marco jurídico para la desmovilización de los terroristas de todas las vertientes, y se intentó un equilibrio que entre la justicia y el perdón, que adicionalmente exigía reparación y verdad. La incoherencia hizo que la Corte Constitucional bombardeara este proceso, pues hizo una distinción entre terroristas buenos –“las Farc”- y terroristas malos -¨los paras”, dejando en el limbo a más de 40.000 desmovilizados.
Pero más nos extrañó la incoherencia y la falta de grandeza de personajes como Gustavo Petro y Rafael Pardo, entre otros, quienes fueron de los más enconados enemigos de dicha ley, olvidándose, el primero, que fue beneficiario del perdón de los colombianos incluyendo sus crímenes atroces y, el segundo, que hizo parte del un gobierno que les tendió la mano al grupo guerrillero y su política fue el “perdón y olvido”. “Terroristas buenos” parece ser el cartel del M19. ¿Por qué entonces oponerse con semejante fiereza a un proceso de desmovilización que pretendía verdad, justicia y reparación?
La coherencia, me imagino, hubiera aconsejado a los personajes citados apoyar la iniciativa legislativa, aportando sus ideas quizás para corregir errores, pero pensando en la posibilidad de tener un instrumento que permitiera la desmovilización de todos los alzados en armas. Si ya se, muchos dicen que esa fue una ley para los mal llamados paramilitares. Pero no es así, estaba destinada a todos los grupos al margen de la ley –guerrilleros y paramilitares-.
Muchísimos columnistas y políticos nos vendieron, a fuerza de repetir la idea aparentemente correcta, que cualquier proceso de paz, según los estándares internacionales, debería contener “verdad, justicia y reparación”, complementado con otro, de no ser así Colombia se exponía a la intervención de la Corte Penal Internacional. Realmente esto parecía coherente. ¿Porque hoy nadie habla de estas condiciones y todos están inclinados por el “perdón” que significa los mismo que una amplia “amnistía”?
Sorpresa sentimos cuando el presidente Santos decide, a través de su más aguerrido escudero, presentar ante el congreso un acto legislativo que se llamó Marco Legal para la Paz –el que fue tramitado en sus primeras vueltas casi en el silencio y después aprobado casi por unanimidad cuando mucha gente se opuso- en el que nada se habla de verdad, justicia o reparación, pero tampoco de entrega de las armas ni se menciona el narco-trafico. Fueron muchas las protestas, de los que no tenemos voz y que solo nos queda manifestarnos a través del twitter y otras redes, para se mantuviera la coherencia. ¿Para que un nuevo marco si existe Justicia y Paz? Nos preguntábamos. Lo más extraño de todo, ¿Donde están todos los formadores de opinión, políticos y columnistas, todos los que se preocupaban para que no hubiera impunidad en el caso de los “paras”, los que exigían “verdad, justicia y reparación”, que hoy no dicen una palabra al respecto? ¿Cómo pudieron pasar por alto que la impunidad fuera elevada a rango constitucional?
Mas incoherencias, el narco tráfico ha sido causal de repudio y condenas cuando de políticos, militares, o empresarios cuando son sorprendidos con vínculos con los narcotraficantes, con lo que estoy totalmente de acuerdo, sin embargo, hoy en las negociaciones con las Farc esto no importa en nombre de la paz, todos están dispuestos a perdonarlo y a declararlo delito conexo con el delito político.
En las negociaciones con las Farc, ya no se habla de crímenes de lesa humanidad y en cambio la palabra de moda es “perdón” y “generosidad”, para querer significar que la paz de debe conseguir a “cualquier precio” incluyendo la impunidad, apoyado por mensajes, que van haciendo carrera, de quienes deberían guardar prudente silencio y que argumentan que “es mejor tener a Timochenco en el congreso que en el monte echando bala”.
Sin querer ser ave de mal agüero, recordemos lo que paso con los “paramilitares”: unos se desmovilizaron y a pesar de la lentitud de la justicia han intentado reintegrarse a la sociedad pero un grupo nada despreciable, ante la incapacidad del Estado de reintegrarlos a todos y de la justicia para tramitar ese proceso, regresó a la delincuencia conformando las hoy llamadas “bacrim”, tengo la certeza de que, en el caso de que Santos logre acordar el fin del conflicto con las Farc, habrá un sector recalcitrante, seguramente aquellos al interior de la guerrilla dedicados al narcotráfico, que se rebelarán e irán a engrosar las filas de las “bacrim” ¿o se llamarán “farcrim”?
Por ultimo, no puedo sentir confianza -no me parece coherente-, ni estar contento con la mediación de los Castro y Chávez, los primeros, quienes por años han entrenado cuanto guerrillero sobresaliente ha existido en este país y el continente (Cuba fue la cabeza de playa del comunismo en América para la implantación de las doctrinas extremistas) y el segundo –Chávez- en los últimos años ha dado albergue a las Farc y al ELN. ¿Cómo confiar en ellos?
En aras de la coherencia, perdón por repetir tanto esta palabra pero es el tema principal de esta reflexión, quisiera preguntar cual es la diferencia entre los terroristas de las AUC ilegales (mal llamados “paramilitares”) y los terroristas de las Farc (mientras negocian ponen bombas y matan niños, mujeres y ancianos). ¿Habrá alguna denominación, que no conocemos, en el que se diferencia entre terroristas buenos y terroristas malos?
Quisiera entender el porque de tanta incoherencia, ¿Acaso esto es lo que llaman “la dinámica de la política”?